La periodista Fernanda Nicolini es autora -junto a Alicia Beltrami– del libro «Los Oesterheld» que cuenta la historia familiar de la familia del autor de «El Eternauta», atravesada por el terrorismo de Estado. Sus cuatro hijas, tres yernos y dos nietos desaparecieron durante la dictadura.
Entrevistada en Bonavitta en 530, Fernanda se refirió al estreno de Netflix y la adaptación de la historia: «Celebro lo que hicieron con la serie», dice.
La entrevistada destaca la importancia de rescatar la historia de Héctor Oesterheld a partir de la aceptación que logró la serie. «Héctor está desaparecido, desapareció en abril del 77, y sus cuatro hijas, Estela, Diana, Beatriz y Marina, algunas de ellas desaparecieron con sus compañeros. El único cuerpo que se recuperó fue el de Beatriz que en realidad la secuestran y después la asesinan en un simulacro de enfrentamiento, y se lo entregan a Elsa que es la madre de las chicas y la sobreviviente de la familia que crió a Martín, uno de los nietos, el otro nieto es Fernando, criado por la familia paterna», repasa.
Con respecto a las conexiones que existen entre la historia que Oesterheld pensó en 1957 y su propia historia, Nicolini señala que «hay una conexión tan profunda entre Héctor, el Eternauta y la historia argentina, que también es conmovedor que suceda esto».
«Cuando él desaparece era muy conocido, lo reconocían en la calle como el autor del Eternauta. Cae en abril del 77, y se cree que en La Plata. Si sabemos que lo llevan a Campo de Mayo, lo paradójico es que Campo de Mayo había aparecido en el Eternauta, en la primera edición del Eternauta, este ejército que se une a la resistencia viene de Campo de Mayo, y es tan fuerte escucharlo en la serie. Despues lo llevan al Vesubio y después al «Sheraton», que era una comisaria a la que llamaban así porque ahí no te torturaban tanto, o sea, el cinismo con el que se bautizaban los centros clandestinos. Y hay muchos registros de Héctor en los centros clandestinos con muchas actitudes de mucha solidaridad, compasivo, amoroso, con los otros detenidos. En esas situaciones de horror, él te mandaba un papelito con una frase, inventaba para jugar un ajedrez con piedritas. Compartió cautiverio en el Sheraton con una nena, que tenía 12 o 13 años, que la llevan de un operativo donde secuestran a su madre, y él la llevaba a un patio al cual los dejaban salir cada tanto, y nos contó que había armado como un juego de hockey, con unos palitos y unas pelotitas que había ahí, y eso es realmente conmovedor», opina la investigadora.
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