Javier Milei agredió y humilló públicamente a mujeres, eliminó el Ministerio de Mujeres Géneros y Diversidad, vació la Línea 144, desfinanció los programas para acompañar a víctimas de violencia machista, le cambió el nombre al salón de las Mujeres un 8 de Marzo como provocación a colectivos feministas que salieron masivamente a repudiarlo, eliminó de los organismos públicos el lenguaje inclusivo, en algunos directamente prohibió hablar de “género”, se manifiesta en contra del derecho a decidir de las mujeres, niega la desigualdad de género, y además de todo eso, hace utilización política de una denuncia por violencia de género como la que estalló esta semana.
Porque a Javier Milei no le importa Fabiola, ni Rocío que fue encontrada muerta hace unas horas, ni Catalina hace un par de semanas. A Milei sólo le importa destilar su odio y sacar rédito.
La enumeración de estas políticas contribuyen a definir el perfil de un presidente que -definitivamente- es machista. En modo alguno quita gravedad a la denuncia contra Alberto Fernández, que utilizó las banderas feministas para intentar definirse políticamente como un hombre “progresista” o deconstruído. “Estoy feliz de estar poniéndole fin al patriarcado”, dijo alguna vez. Nadie le pedía tanto, tampoco nadie le creía tanto. Llegó a presidente por el poder de una mujer a la que después ninguneó. Sí, nos debemos un debate acerca de la violencia política contra las mujeres en Argentina, están por cumplirse dos años del intento de magnicidio a Cristina Fernández.
Antes fue la hipocresía de Alberto, ahora la de Milei. En ese aspecto el patriarcado cierra grietas y encuentra brillantes exponentes en ambos lados.
En todos los ámbitos, muchas veces disfrazados de “feministas”, con discursos correctos para la ocasión, existen hombres violentos, machistas, acosadores o abusadores. Es transversal, están en todo el abanico político, están en los medios de comunicación (dando la noticia que los convoca pero nunca los interpela), en todas las clases sociales. Es un giro no muy novedoso el de culpar a las mujeres por los hechos de violencia que cometen los hombres. Resulta que la culpa es de las mujeres que no hablaron, que no denunciaron, que no se dieron cuenta, o que avalaron. La pollerita corta versión 2.0.
Javier Milei sostiene que el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad fue una estafa destinada a la concreción de negocios, y se victimiza “Siempre sostuvimos lo mismo y, como fuimos los únicos en denunciar esta estafa, todos ellos nos acusaron, sin ninguna prueba, de ser machistas, violentos y misóginos». Se olvida Milei de que vimos esto y esto.
Es escandaloso que un ex presidente de la nación sea denunciado por golpeador, y esperable que tenga amplia cobertura de los medios de comunicación e impacto en la conversación en redes. Aunque también es grave que un grupo de diputados libertarios visiten a genocidas, condenados por torturas, asesinatos, robos de bebés y se lleven bajo el brazo un proyecto para garantizarles impunidad. El indignométro mediático y político en el país está averiado hace tiempo.
La utilización de casos de violencia de género con fines políticos no es una novedad, si la problemática tuviera arraigo genuino en la agenda, el vaciamiento de las políticas para asistir a las víctimas, los despidos en la línea 144, etc. hubieran tenido centralidad en un país que -sólo en 2023- registró 250 femicidios y 2500 en una década. según el Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina.