De todas las internas del peronismo, probablemente la que mantienen Máximo Kirchner y Axel Kicillof sea la que más rechazo e incomodidades genera, especialmente en su tropa. Cuando todos creían que la discusión sería entre el peronismo más conservador y el más popular, o kirchnerismo, el líder de La Cámpora fue único orador en el acto que hizo estallar la tensión con el gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Por supuesto que Máximo es Kirchner, y así se presentó para la convocatoria, “Kirchner” a secas, y que Cristina avaló el acto y el tono del discurso. Aunque a esta altura está claro que la ex presidenta no necesita intermediarios para dar a conocer su opinión.
En la política, y sobre todo el el peronismo, las internas son una constante. En este momento todos los espacios políticos enfrentan compulsas (merece varios tomos la interna radical y similar el PRO) exacerbadas por la llegada de los libertarios al poder. Nadie se asusta en Argentina por una interna.
Lo que genera desconcierto en la militancia es el modo y el momento. Anteponer esa interna -que es exclusivamente de poder- a la grave situación social y económica que atraviesa el país, puede ser leído como un acto de desconexión por parte del sector que mejor antagoniza con el mileísmo.
En frente se entusiasman con un divorcio que les permita dar el batacazo en territorio bonaerense. El kirchernismo no podría darse el lujo de semejante ruptura.
El principal riesgo de extender y amplificar esa pulseada es que sirva como elemento para el juego de la antipolítica con el que Milei llegó a la presidencia. Se impone recuperar la confianza en la política como herramienta para resolver los problemas de la vida cotidiana, más allá de los nombres propios.
Aquello que el peronismo resumió poniendo primero a la Patria, después al movimiento y finalmente los hombres.
Hasta aquí el gobernador bonaerense ha evitado manifestaciones públicas que alimenten la interna o muestren prescindencia de Cristina. Se lo pudo ver junto a la ex presidenta en el juicio por el intento de magnicidio y en el último acto en Merlo.
El viernes participó de una clase pública en la Universidad Nacional de las Madres de Plaza de Mayo (UNMa) junto a la rectora Cristina Caamaño y las madres Carmen Arias y Pina de Fiore.
No son nuevas las diferencias entre La Cámpora y Axel, cobraron mayor vigor en determinados momentos: al conformarse el gabinete de la provincia, con el pedido de Kicillof de“componer nuevas canciones” en septiembre del año pasado -momento leído por algunos como el lanzamiento de una suerte de post-kirchnerismo, aunque la propia Cristina viene planteando la necesidad de actualizar la propuesta- y más tarde su posicionamiento frente al mileismo como posible candidato presidencial. ¿Molestó que se anticipe o molestó que lo hiciera de forma inconsulta? Probablemente ambas.
Lo cierto es que Kicillof dedica sus intervenciones públicas a confrontar abierta y exclusivamente con el gobierno de Javier Milei.
También lo hace Cristina, que discute con Milei y a la vez insiste en la necesidad de ordenar prioridades para ser opción electoral. En el último documento que publicó “Es la economía bimonetaria, estúpido”, analizó lo ocurrido con el peronismo. Luego de enumerar las causas por las que considera que se “torció” y “desordenó”, cierra con una convocatoria: “Hay que poder enderezar las experiencias y ordenar las nuevas demandas para poder alinear pensamiento, palabra y acción: una trilogía indispensable a la hora de formular propuesta y estrategia que permitan organizar una fuerza política que vuelva a representar mayoritariamente, para pasar de ser oposición a alternativa de gobierno”.
Existe una pregunta que definirá absolutamente todo cuando tenga respuesta: ¿Cristina ambiciona ser candidata además de conductora? Después de Cristina, el candidato que mejor representa al sector popular hasta aquí es Axel Kicillof, y eso no parece estar en discusión.